jueves, 27 de septiembre de 2012

Hallazgos del sistema solar 1



En 1996, el presidente de los Estados Unidos presentó al mundo un meteorito de origen marciano que contenía restos fosilizados de materia orgánica. Aquello significaba que en el pasado más remoto de Marte existieron formas de vida. Posteriores trabajos “desmintieron” aquella información y ofrecieron una tesis alternativa que echó por tierra la posible vida marciana. No obstante, otros estudios recientes llevados a cabo por científicos adscritos a la NASA –como la española Carmen Ascaso– volvían a recuperar la tesis original. Tras los estudios que realizó, aquellas cadenas fosilizadas se presentaban como una indudable evidencia de vida. Pero los dimes y diretes no han concluido: entre los días 26 y 30 de marzo, los científicos de la Fundación Carnegie presentaron en la Conferencia de Astrobiología de Washington un trabajo según el cual esos fósiles “podrían representar la primera evidencia de síntesis no biológica de moléculas orgánicas en Marte”. Pese a ello, los responsables del trabajo todavía no las tienen todas consigo: “No hemos disipado el debate sobre si existen evidencias de vida en ese meteorito”, concluyeron los investigadores.

Otro meteorito marciano

Diez años después de que un exultante Bill Clinton presentara el descubrimiento, las disputas sobre esos “fósiles” han hecho anidar el escepticismo. Pese a ello, las pruebas a favor de la existencia de formas de vida en el Sistema Solar son más abrumadoras que nunca. Y todo ello sin abandonar el planeta rojo, porque la investigación de otro meteorito que antaño formó parte de la superficie de Marte ha sido una agradable sorpresa para los estudiosos. Nos referimos al que cayó en el año 1911 en Nakhla (Egipto) y que ha sido objeto de un estudio por parte de Kathie Thomas Keprta, integrante del Centro Espacial Johnson de la NASA.

El análisis reveló la presencia de componentes carbonosos que podrían ser un indicativo de vida primitiva ya que por sus características tendría un origen biológico. Para la estudiosa, las grietas en la piedra dentro de las cuales se ha hallado esta “pista” podrían revelar dos cosas: que elementos terrestres contaminaron la muestra en tiempos recientes o que existió biología en el pasado de Marte. Hasta el momento –a falta de confrontar su tesis– la apuesta de Keprta se decanta por la segunda opción. Pero éste es sólo el enésimo estudio que ha aparecido en los últimos meses respecto a indicios de vida en Marte. De hecho, Seth Shostak, el astrobiólogo más popular del momento, no sólo admite que existió vida en el pasado marciano sino que cree que podría existir a día de hoy. ¿Dónde? En balsas de agua líquida que estarían bajo la superficie: “Si existiera, la vida podría haber encontrado refugio ahí y lograría sobrevivir gracias a las fuentes de calor geológicas internas que conservan tibios esos putativos acuíferos” que podrían existir, según deducen algunos estudiosos a partir de los datos obtenidos gracias a las recientes misiones espaciales.
¿Ocho mundos con vida?
Pero la esperanza no sólo se centra en Marte. Según el propio Shostak, hasta ocho puntos del Sistema Solar presentan en la actualidad modelos geológicos para sostener vida. Uno de esos mundos es Titán, el satélite de Saturno en donde se descubrieron ingentes cantidades de gas metano, que habitualmente se generan como consecuencia de procesos biológicos, si bien los trabajos de la Universidad de Arizona (Estados Unidos) efectuados a partir de los datos enviados por la sonda Cassini-Huygens han descubierto que tres etapas de convulsión geológica en el pasado de esta luna saturnina pudieron “fabricar” el metano. Sin embargo, los trabajos del químico David Grinspoon barajan la posibilidad de que ese gas metano unido al etano pueda servir como alimento microscópico para formas de vida que existan en posibles lagos subterráneos.
“¿Improbable? Sí. ¿Imposible? No”, sostiene Shostak. Sin embargo, la sonda de la NASA ha descubierto agua líquida en otra de las lunas de Saturno. Se trata de Encelado, un planetoide cuya superficie es poco mayor que la de España, pero en la cual la presencia de geiseres ha permitido descubrir que hay lagos subterráneos que se mantienen en estado líquido debido al calor que genera el núcleo del satélite.

Algo similar ocurre en algunas lunas de Júpiter. Por ejemplo, en Europa, en donde las particularidades de sus campos magnéticos hacen sospechar a los científicos que hay agua por debajo de los diez kilómetros bajo la superficie. Lo mismo puede decirse de Ganímedes y Calixto, otros dos satélites jovianos.

Cuando Clinton presentó a la opinión pública mundial el meteorito marciano, aquella “piedra” se convirtió en la prueba más esperanzadora de vida fuera de la Tierra. Diez años después, la lista de mundos con condiciones para la vida se eleva a ocho. Entre ellos está incluso Venus, un planeta que hasta recientemente se antojaba como poco más que un infierno, pero estudiosos como David Grinspoon –del Instituto de Investigaciones del Sudoeste de Estados Unidos– han descubierto que las mismas nubes de ácido sulfúrico pueden proporcionar las condiciones para que en Venus se den formas de vida primaria. “En la década de los ochenta, muchos científicos creían que los mundos más allá del nuestro sólo eran bolas inanimadas de roca, pero ese pesimismo es cuestionable… los elementos para favorecer la aparición de vida están en al menos ocho lugares del Sistema Solar”, concluye Seth Shostak.

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